miércoles, 5 de octubre de 2011

9 de octubre de 1264.

Tras una primera conquista de Jerez por Alsonso X el Sabio, que se limitó a dejar una guarnición militar en el Alcázar, y una posterior revuelta de la población musulmana en 1261, se produce la definitiva conquista de nuestra ciudad el 9 de octubre de 1264. La rendición por asedio durante el verano y comienzos de otoño de 1264, llevó aparejada la expulsión de toda la población musulmana. De acuerdo con los principios jurídicos que fueron norma durante la Reconquista, el rey Alfonso procedió al repartimiento de las fincas urbanas y de las tierras del alfoz (término municipal), entre una nueva población de origen mayoritariamente castellano.

El 9 de octubre era en 1264 y sigue siendo aún hoy, la onomástica de San Dionisio, llamado el Areopagita, que fue juez del Areópago, tribunal de justicia de Atenas, durante el siglo I de nuestra era, y que fue, asimismo, discípulo de Pablo de Tarso, figura clave en la configuración del cristianismo como una religión universal y en su sincretismo con la filosofía helenística. Como era habitual, la fecha de la conquista determinaba el patrón de la ciudad, y la quinta de las collaciones, barrios o parroquias de la ciudad, junto a la iglesia principal, dedicada a Jesús el Salvador, y las de los cuatro evangelistas (Mateo, Lucas, Marcos y Juan).
Parece que Dionisio, que llegó a ser obispo de la comunidad cristiana de Atenas, murió decapitado durante la persecución contra los cristianos desatada por el emperador Domiciano en el año 96 de nuestra era.
A finales del siglo V, un teólogo cristiano de formación neoplatónica y origen bizantino, firmó una serie de textos con el nombre de Dionisio el Areopagita, para dotar a sus teorías del refrendo de la autoridad de un conocido discípulo de Pablo, el apóstol que nunca lo fue. A partir de este PseudoDionisio, tres dionisios se confunden,  porque además de estos dos, hay que añadir un tercero, San Denís, obispo de París, que según la tradición, fue quemado en la hoguera.
Según la leyenda, tanto Dionisio el Areopagita como San Denís continuaron predicando después de perder la cabeza.

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